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viernes, 23 de noviembre de 2012

Fukushima, ¿fin de la energía nuclear?

 
planta
Fukushima, ¿Fin de la energía nuclear?
 
Chernóbil había quedado guardada en las páginas de la historia mundial del siglo XX. Ahora Fukushima revive los sentimientos y las voces opositoras al uso de la energía nuclear, convirtiéndola en enemiga de la humanidad. La energía nuclear, nombre demasiado conocido como desconocido en su desarrollo, ha quedado al desnudo mostrando a todos sus grandes debilidades.

Para poder emitir una opinión educada no sólo hay que leer los periódicos cada mañana sino que hay que desempolvar los libros de ciencia e historia; solo así se pueden comprender las razones que llevaron a Japón a apostar por la energía nuclear. Esta, no sólo es una amenaza para la humanidad sino que ha sido partícipe silente de muchas de las actividades humanas de las cuales, desde los años 50, hemos dependido. Discutir y explicar la actual crisis nuclear en Japón en algunos párrafos es un ejercicio laberíntico y arriesgado.
El por qué de la energía nuclear
Dentro del imaginario social, las plantas nucleares se han convertido en enemigos letales de la humanidad. Aún así su uso se sostiene y hasta hace poco parecía que comenzaba a incrementarse. Para entender porqué, aún con la aterradora estela de acontecimientos que suceden a un accidente nuclear, se siguen construyendo plantas nucleares en distintas partes del mundo, hay que primeramente conocer sus beneficios.
Pensamos que este tipo de energía sólo se produce en las temidas, no sin razón, plantas nucleares pero ésta se da también en procesos espontáneos como artificiales. Las reacciones atómicas suceden en los núcleos de algunos isótopos de ciertos elementos químicos. La reacción nuclear más utilizada por los reactores nucleares es la fisión del uranio-235 .
La calidad de la enérgica que se obtiene por unidad de masa es mayor en comparación a cualquier otro tipo de energía conocida hasta hoy. Además, los residuos producidos son proporcionalmente escasos en comparación a la cantidad de electricidad que produce.

Sus centrales operan 24 horas al día durante los 365 días del año, significando una gran fuente de empleo y fuertes garantías de suministro. No depende de suministros extranjeros y no sufre de fluctuaciones imprevisibles en costes, por lo tanto su producción no está sujeta a cambios de condiciones climáticas. Esta producción, independiente de fluctuaciones climáticas, le hace superar en eficiencia a la energía solar y eólica, consideradas como opciones medioambientalmente atractivas, que dependen de ciertos estados, sin considerar los altos costos de inversión.
Contrariamente a la extendida creencia popular, su primordial ventaja es su bajo nivel contaminante, debido a que no depende de combustibles fósiles. No produce gases que favorezcan el efecto invernadero, lluvia ácida, debilitamiento de la capa de Ozono y en definitiva, todos los efectos del cambio climático. Esto es debido a que utiliza uranio o plutonio enriquecidos; materiales que luego se hacen fisionar, de modo que el único "residuo" son un par de neutrones y la energía utilizada para conseguir la electricidad.1
Hasta ahí todo parecen ser ventajas para el hombre y para el medioambiente. Los inconvenientes y puntos encontrados comienzan con la falta de zonas de almacenamiento de residuos nocivos y de larga duración. Y continúan con el riesgo de instalar plantas nucleares en países con actividad sísmica en los que, los terremotos y tsunamis, son tan impredecibles que superan las más estrictas medidas de seguridad.
Japón y la energía atómica
Japón, la tercera economía más fuerte del mundo, es famoso por su capacidad industrial y sus avances tecnológicos envidiables. Esta reputación se ha construido y mantenido gracias a que sus líderes se aventuraron con la producción ingente de energía nuclear. De otra manera hubiese sido muy difícil llegar a tan envidiable prestigio; pues un país de 127 millones de habitantes, que carece de gas, carbón y petróleo y que por su conformación geográfica se dificulta el aprovisionamiento energético del exterior, para crecer como lo ha hecho tenía que adherirse a un sistema interno de producción ininterrumpido de energía. Japón no depende totalmente de la energía nuclear pero, en el balance de su suministro energético general, el aporte nuclear resulta fundamental.
La estrategia energética nipona pretendió garantizar suministro suficiente de electricidad, de máxima eficiencia, produciendo el menor impacto posible al medio ambiente. Japón es uno de los países con mayor consumo de potencial eléctrico y, a su vez, de menor cantidad de contaminantes en el círculo de las grandes potencias.
Hoy por hoy Japón tiene 54 reactores que proveen un tercio de toda la electricidad del país y aunque su futuro ahora se encuentre en tela de juicio, antes del 11 de marzo se esperaba que suplieran un 40% de los requerimientos energéticos en 2017.
Precedentes a Fukushima
A comienzo de los años 80 la planta de Tsuruga sufrió un escape radiactivo, durante las reparaciones 45 personas se vieron afectadas. Luego de 14 años sin visos de mayores inconvenientes, en diciembre de 1995, ocurrió un serio accidente en un reactor de la planta nuclear de Monju, al oeste del país, que obligó a mantenerla clausurada durante seis años.
El 1997, tres accidentes amenazaron la confianza en la industria nuclear: La ciudad de Tokio fue la protagonista de las emergencias. En noviembre, al noreste de la ciudad, un incendio devastó un laboratorio de enriquecimiento de uranio; por suerte, a pesar de su alcance, no se provocó ninguna fuga. Luego, en la Tokio Electric Company un reactor sufrió un escape que pudo ser controlado y según el testimonio de las autoridades no alcanzó la atmósfera terrestre. Finalmente, en la planta de Fugen, 13 empleados sufrieron exposiciones radioactivas de baja intensidad. Como consecuencia de este último escape las autoridades se vieron obligadas a reconocer que, en los tres años anteriores, habían ocurrido 11 fugas radiactivas jamás notificadas.
En 1999 un gran desastre sobrevino en la reprocesadora de combustible nuclear Tokaimura, localizada a 140 kilómetros de la capital japonesa. Un grave error de operación provocó una reacción nuclear descontrolada. En apenas unas horas la fuga de uranio amenazó con desatar un proceso de fisión descontrolada cuyos efectos hubiesen podido arropar al resto del planeta. Dos operarios murieron y otras 438 fueron contaminadas por radiaciones.
Otro incidente ocurrido en Mihama en el 2004 se cobró la vida de cinco trabajadores que murieron, en un escape de vapor de agua, en la sala de turbinas de uno de los reactores de la planta nuclear.
Un seísmo de magnitud 6,8 en la escala de Richter sacudió el noroeste de Japón en el 2007, superando el diseño de la central nuclear de Kashiwazaki-Kariwa. Esta, localizada a tan sólo 16 kilómetros del epicentro del terremoto, conocida por ser la central nuclear de mayor potencia mundial garantizaba el abastecimiento eléctrico a un 12% de la población. Como consecuencia del seísmo un transformador sufrió un incendio. Los bomberos tuvieron dificultades para controlarlo por problemas en las conducciones de agua. El terremoto había desbordado las piscinas de combustible en los reactores y, en la unidad 6, agua radiactiva se filtró al ambiente. La industria nuclear nipona observó como la naturaleza superaba las bases de diseño de sus supersistemas de emergencia. Las autoridades la clausuraron para revisar su sistema de seguridad contra terremotos. Kashiwazaki-Kariwa ha retomando sus funciones escalonadamente. El evento debió haber sido una lección, sin embargo se olvidó rápidamente!
El diseño de la Central Fukushima y el 11 de marzo 2011
La osadía tecnológica de la industria nuclear japonesa les llevó a desarrollar en los años ‘70 la central nuclear Fukushima en la zona de mayor actividad sísmica del planeta. Con un diseño para resistir un terremoto de magnitud 7 y un tsunami de 5,7 metros, se pensaron más que protegidos y colocaron sus seis reactores semienterrados en la costa. Los sucesos del 11 de marzo superaron su imaginación, un terremoto de 9.0 en la escala de Richter y un tsunami con olas que superaron los 10 metros les mostraron por segunda vez que la inventiva no pueden competir con la naturaleza.
En principio, la central diseñada para superar un terremoto de magnitud 7, tuvo la capacidad de resistir el embate de un terremoto de magnitud 9. Los tres reactores que estaban en operación se apagaron automáticamente y se puso en marcha el sistema de refrigeración de emergencia sin presentar mayores inconvenientes. Lo imprevisto sucedió, una hora después, cuando el tsunami inutilizó los generadores diesel que refrigeraban el núcleo.
La inutilización del sistema de refrigeración puede causar varias formas de amenaza: Primero, una fusión de núcleo. La fusión de núcleo sucede al fallar los sistemas de refrigeración, el uranio se calienta, y conjuntamente con otros elementos metálicos, se funde en un magma radioactivo. Aún no ha sido confirmado por las autoridades japonesas que una fusión de núcleo haya ocurrido en Fukushima, aunque admiten la posibilidad de que haya ocurrido en el reactor 3.
Además, la incapacidad de la planta para enfriar el núcleo lleva a la acumulación de gas radioactivo en la central. Para evitar la acumulación de presión, se optó por liberar de a poco gases radioactivos al exterior. El gas liberado contiene hidrógeno; el hidrógeno al entrar en contacto con el oxígeno libera energía, que en cantidades descontrolas puede causar explosiones. La reacción ha causado varios estallidos junto a los reactores.
Algunos expertos comentan que uno de los más grandes errores cometidos en este proceso fue la decisión inicial de salvar los reactores. Si desde el primer día se hubiese inyectado agua de mar para refrigerar los reactores: estos habrían quedado inservibles pero, posiblemente, se hubiese evitado que perdiesen el control. Prescindiendo, como posteriormente ocurrió, de acciones desesperadas como lanzar agua desde helicópteros que, al fin y al cabo, se acumula en los sótanos de las salas de turbinas y llega hasta los túneles, que se encuentran a unos 60 metros del mar. Pero hasta hoy en día no se vislumbra, ni se puede vaticinar, la evolución de esta catástrofe.
La contaminación con yodo y plutonio:
Muestras de suelo del área circundante, al complejo atómico, han mostrado contaminación con plutonio.
La radiación en los alrededores de la central ha llegado a sobrepasar diez mil veces los límites legales. Casi 200.000 personas fueron evacuadas en un radio de 20 kilómetros. A tres semanas del incontrolable incidente se ha recomendado evacuar la población a 40 kilómetros de la central. Aunque, quizás, esto no sea suficiente considerando que se han detectado niveles anormalmente altos de radiación a más de 100 kilómetros.
Yodo radioactivo se ha encontrado en la zona marítima adyacente a la planta que supera en 3.355 veces los niveles permitidos por las autoridades. Esta circunstancia a puesto presión a los esfuerzos por extraer el agua radiactiva que inunda parte de las unidades 1, 2 y 3.
Ya la pesca ha sido prohibida. A pesar de la peligrosidad que representa la contaminación marítima con yodo, Hidehiko Nishiyama, director general adjunto de la Agencia de Seguridad Nuclear nipona, ha pretendido restar importancia a su peligrosidad bajo la afirmación de que “El yodo 131 tiene una vida media de ocho días, por lo que, para cuando pueda llegar a la gente ya estará considerablemente degradado". Tras los hechos de Chernóbil se le ha atribuido al isótopo 131 de yodo la alta incidencia del cáncer de tiroides en la población de niños localizados cerca del desastre.
La (des)información:
La industria atómica se ha distinguido por su habilidad prestidigitadora para ocultar y mostrar a la luz medias verdades. Pero en esta ocasión, las lentas y vagas respuestas han colmado la paciencia de los países miembros del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), con sede en Viena, quienes reclaman no estar bien informados a pesar de que el primer ministro, Naoto Kan, ha prometido transparencia en tres ocasiones.
No se puede negar que Tokio ha pretendido aparentar el control de una situación que desde el primer día se le escapó de entre sus dedos. La escala Internacional de Eventos Nucleares (INES) va de 0 a 7, poniendo a Chernóbil como accidente ejemplar de calificación 7. Inicialmente Japón pretendió calificar el incidente como nivel 4 y luego tuvo que aumentar su calificación a 5. Ahora, la Nuclear and Industrial Safety Agency (NISA) se inclina en calificar Fukushima como un nivel 6, lo que lo convertiría en el peor accidente tras Chernóbil.
Un nivel 6 en la escala INES se define como "accidente importante". Este nivel solo ha sido alcanzado en dos ocasiones anteriores: Ambos accidentes acaecieron en centrales de la antigua Unión Soviética. El primero (1957) en el complejo nuclear de Mayak (nivel 6), las autoridades lo ocultaron durante 30 años. El segundo fue la muy conocida catástrofe de Chernóbil, que en 1986 alcanzó el máximo nivel de la escala INES, el 7, "accidente grave".
Planteamientos
Parecía que la industria nuclear levantaba nuevamente su rostro luego de muchos años de miedos tras Chernóbil. El mundo parecía abrir sus brazos a los beneficios del establecimiento de plantas nucleares en sus países. Ahora, todos estos proyectos han quedado en suspenso en países como Japón, Alemania, Italia, Estados Unidos y Chile. En Alemania más 250.000 manifestantes desfilaron en todo el país en marchas antinucleares. La Unión Europea ha anunciado revisiones de seguridad en el parque nuclear. Probablemente las nuevas medidas encarezcan los proyectos.
Quizá Fukushima signifique el golpe definitivo que deje fuera la industria nuclear, quizás no. Todavía es muy pronto para predecir sus consecuencias. El hecho de que Japón, maestro del orden, la invención y la tecnología se encuentre en un laberinto del que no encuentra salida deja muchas interrogantes que ameritan una profunda reflexión. El carácter volátil de la energía nuclear puede llevarla a traicionarnos por el más mínimo error de manejo, sin entrar en consideración su uso en manos equivocadas. Los beneficios de la industria están claros pero, ¿se podría diseñar un sistema de seguridad invulnerable que permita el disfrute de ésta energía eficiente y poco contaminante, sin riesgo?

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